Muy pocas películas despertaron tanta expectativa en el mundo como "El hobbit". No solo porque implica un regreso a ese rústico y entrañable mundo creado por J.R.R. Tolkien, sino que también significa la incursión en un nuevo formato de reproducción.
Y es que la película, además de sumar las tres dimensiones, está filmada en unos velocísimos 48 cuadros por segundo, lo que le da una calidad hiperrealista que algunos críticos irónicos han comparado con una película casera y que a su vez ha despertado rumores de que llega a enfermar a algunos espectadores.
Esta nueva tecnología -que implica duplicar la cantidad de cuadros por segundo en la proyección del filme- ha divido las opiniones. Por un lado están los que aseguran que puede ser dañina para el público (en Nueva Zelanda se reportaron casos de personas que sufrieron de mareos y náuseas) y por otro lado están los que aseguran que es una revolución para el cine.
Cualquiera sea la postura, una cosa es cierta: las imágenes quitan el aliento y, aseguran, sumergen al espectador en una suerte de montaña rusa visual que no da respiro.